lunes, 21 de noviembre de 2011

telequinesis

Hay un par de cosas que no he podido mover esta noche. Quizá tres. El desodorante sigue ahí, a un lado del perfume. Siento mi culo contra el inodoro. Está ahí. Tapa mediante, el vacío, el cielo, el cagadero. No le tengo ganas, no. Tan solo el perfume que sigue ahí,. Mi cabeza todavía se mueve. Lenta, pesada, segura. Como una nube. Hay aire, parece, entre el sordo chirrido de mi conciencia agónica. Quien me sienta gritar ha de ser un genio, un dios blando y mutuo, sereno. No hay dudas. Siento, callo, me desparramo. El rugido rompe contra las piedras. Rompe, mudo como un abismo. Rompe, una y otra vez. Espera que lo escuche. Rompe y se desliza burbujeante, estrepitoso, torpe y descuidado sobre las superficies eventuales, topografías al acaso. Quién más que yo para ver ese culo divino bambolearse entre postales cordiales, querida. Vos, sabés, siempre fui tu más indecente espectador.