martes, 21 de octubre de 2008

Palabras no tan urgentes hacia un país vecino

* de la correspondencia apócrifa

















Miro por la ventana, trazo cierta perspectiva, el cielo está nublado y de entre su densidad vuelan algunos pájaros o augurios...

No podría ser exacto hoy, querida,

aunque me esforzara

y tampoco le tengo ganas al esfuerzo.

Juguemos un rato con tu recuerdo, al azar. Hoy puedo ver cómo me mirabas, imperfecto y múltiple como una ocurrencia en la boca de otro, como una oscuridad sigilosa cuidándote las espaldas… o el culo, ese culo tan divino. La verdad es que debiera estar haciendo otra cosa, obligaciones, sabés, en vez de distraerme en tu forma, pero (por suerte) tengo una ventana y me tengo a mí mirando a través de ella y entonces no hace falta más, Baudelaire!

Sostenéme bien te dije, lo que mejor hago es romperme…

Y en silencio, para no despistar a la rabia, no sea que se avecinen los imbéciles sobre nuestro rastro y nos hallen así, tan miserables, desnudos.

En aquel momento reír no era una posibilidad y Hoy apenas un esbozo nos sale y está todo harto de vicios, es el aire o yo.

Tu gracia infantil, la sinceridad de la pérdida, tus palabras entreveradas en el tartamudeo, tu anhelo de ser de todos, de la vida, tus ardides sofisticadamente velados, todas esas cosas y las que no recuerdo o no sé enumerar vuelan lejos.
Sospecho que tu amor escaso ya no te habla de nadie, ningún rostro te refiere y oteás la lejanía como yo miro el río desde Montevideo sin profundidad. La perspectiva es una elucubración renacentista y vos sos muy actual, aunque yo te haya pasado de moda.

Lo raro es el olvido, la naturaleza de ese tú olvido. Recelar de mis señales austeras por no desquiciarte, ése era tu atletismo afectivo. Pero a pesar de que digamos, nada es lo que decimos. Decir por decir y la opulencia de tu sexo llamando, invitándome al estremecimiento, al patio con aljibe.
Te pregunto: ¿Cómo hago ruido con una sola mano?

Empieza a anochecer, Buenos Aires se me va de los ojos y a vos te importa un pito.







domingo, 5 de octubre de 2008

Otras tendencias




Dejar de horrorizarnos con el estado de las cosas
sería un comienzo,
Perder la zozobra frente a la conquista, frente a la derrota,
su fastuosidad de Hombres.
Rezongar tristemente, pálidamente junto a la tos
que nos acompaña
Para ceder a la risa de la vida y de la muerte con Tuñón,
Ser exquisitos en cuánta congoja y júbilo!
Hablar con nuestras manos al ominoso tacto
Y no mentir
Y decir: Sí
Sin grandiosidad, casi apagados
Para hallarnos en el rumor que vela nuestra proximidad
/entre los buenos malos hábitos
Volver fieles los signos inciertos que nos convocan al mundo
/interpretado
Desistir del lustre, de la decadencia,
De los trágicos finales,
De los finales… su ficción en la instancia, su artificio de despedida,
/sus certámenes siempre algo ridículos
En suma,
Callar y soltar palabra
O no
Pero entonces qué hacer con el olvido.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Balada del ausente




Entonces no me des un motivo por favor
No le des conciencia a la nostalgia,
La desesperación y el juego. Pensarte y no verte
Sufrir en ti y no alzar mi grito
Rumiar a solas, gracias a ti, por mi culpa,
En lo único que puede ser
Enteramente pensado
Llamar sin voz porque Dios dispuso
Que si El tiene compromisos
Si Dios mismo le impide contestar
Con dos dedos el saludo
Cotidiano, nocturno, inevitable
Es necesario aceptar la soledad
Confortarse hermanado
Con el olor a perro, en esos días húmedos del sur
En cualquier regreso
En cualquier hora cambiable del crepúsculo
Tu silencio Y el paso indiferente de Dios que no ve ni saluda
Que no responde al sombrero enlutado
Golpeando las rodillas Que teme a Dios y se preocupa
Por lo que opine, condene, rezongue, imponga. No me des conciencia, grito, necesidad ni orden.
Estoy desnudo y lejos, lo que me dejaron
Giro hacia el mundo y su secreto de musgo
Hacia la claridad dolorosa del mundo,
Desnudo, solo, desarmado
bamboleo mi cuerpo enmagrecido
Tropiezo y avanzo. Me acerco tal vez a una frontera
A un odio inútil, a su creciente miseria,
Y tampoco es consuelo
Esa dulce ilusión de paz y de combate
Porque la lejanía
No es ya, se disuelve en la espera
Graciosa, incomprensible, de ayudarme
A vivir y esperar. Ningún otro país y para siempre.
Mi pie izquierdo en la barra de bronce
Fundido en ella.
El mozo que comprende, ayuda a esperar, cree lo que ignora.
Se aceptan todas las apuestas:
Eternidad, infierno, aventura, estupidez
Pero soy mayor
Ya ni siquiera creo,
En romper espejos
En la noche
Y lamerme la sangre, pequeño dolor filoso.
Me aproximará lo que resta vivo, blando y ágil.
Muerto por la distancia y el tiempo
Yo la, lo pierdo, doy mi vida,
cambio de vejeces y ambiciones ajenas
Cada día más antiguas, suciamente deseosas y extrañas.
Volver y no lo haré, dejar y no puedo.
Apoyar el zapato en el barrote de bronce
Y esperar sin prisa su vejez, su amenidad, su diminuto no ser.
La paz y después, dichosamente, enseguida, nada.
Ahí estaré. El tiempo no tocará mi pelo,
no inventará arrugas, no me inflará las mejillas
Ahí estaré esperando una cita imposible,
un encuentro que no se cumplirá.







*de Juan Carlos Onetti

*(a pedido de un amigo)

jueves, 18 de septiembre de 2008

Notas encontradas
















a mi hermano..
y a todos los que se sientan hermanos míos



* (del diario de un íntimo desconocido)




_Ayer.
Tengo que admitirlo, ayer te extrañé.
El que últimamente no pueda soñar no significa que ya no te extrañe.
Y, sin embargo, no recuerdo la palabra exacta.
Nada,
ni en lo mórbido, ni en lo cotidiano…
Insisto en invocar el llamado,
la forma que
presumo
encontraré devorando los artículos de los diarios
así sin más,
en medio de una mañana
entre los fervores de un desayuno sencillo,
invisible de tan delicado…
pero lo triste de los ejercicios inútiles
es pretenderlos fértiles en algún sentido
que ya,
hermano mío,
me agobia.


_Diferencia
Hoy recuerdo algo.
Algo de sensorial hay en esta ciudad,
siglos de superchería.
Solo eso,
la lluvia apurando el aire pesado contra el suelo,
una tristeza llenándome la boca
de apariciones,
yo
en la intuición,
mis doce años,
sabiendo de esa distancia
de la que dicen
un charco
pero en realidad es inmensa
de tiempos y canallas...
Entonces,
nosotros aquí,
el abismo,
nosotros allá
y el dolor viaja con uno,
eso quizás baste
mientras las dos riveras
bregan
o se aman,
vuelven a bregar
y se cosen,
formando ya no un río
sino lo otro
y haciéndonos
recordar que...


_Lo mutuo
No hay aproximación en esa fotografía,
me gusta, no voy a hacerte la contra,
pero sigamos con lo habitual:
Un buen almuerzo,
las gregarias conversaciones,
el ligero extravío al presentirlo,
la pitada larga y desentendida,
unas piernas,
la misma distracción una y otra ves,
el saludo al acaso,
la pérdida (todos los días),
un revuelo,
el sigilo
y la minuciosa pertinencia de las cosas cuando le gana la obsesión,
la multitud (a veces)
y la unívoca soledad (siempre),
aquella saudade ingrata,
la misma ausencia,
todo el grito de Duras…
Y de nuevo a la noche
sin sueño.
No voy a hacerte la contra, dije.
Si nos van a derrotar
en qué patria!
por lo menos estemos borrachos


martes, 16 de septiembre de 2008

Madrugada

*


Palabras y voz: Juan Gelman
Música (y canto en extrañura): Juan Cedrón






GIORNALISMO






EXTRAÑURA






VELORIO DEL SOLO







Fotos: otro Juan

miércoles, 13 de agosto de 2008

Ánimo de conversar




(...) Dejó el vaso.
Recordaba haberle escrito algo así o, cuando menos, haberlo intentado:

“Hablemos de la necesidad. Llamar algunos pensamientos es irremediable para mí. No hay forma. No te pido perdón ya, estoy un poco cansado. Tengo recuerdos desparejos, en algunos soy inmenso, en otros apenas me distingo. Pero en todos ellos ando tras de un vidrio oscuro, tanto que casi ni me asemejo. Me he curado de dos o tres cosas, amigo, por error, sabrás, pero otras tantas conservo y me he inventado últimamente que me hacen imposible no vivir intensamente a tus anchas. Siempre supimos que se nos hace difícil hablar lejos de la intimidad, de lo afable y lo grávido. Y, sin embargo, el pasado está colmado de ciertas negligencias, olvidos, devaneos, otras tendencias.
¿Habrás mermado ya en tu historia de Apolo caducifolio? ¿O estarás (lejos, asumo) aguardando otros ojos con los que contemplar todo el mar en primavera? Pero redundo. Prometí no pedirte perdón, acá me ves.

Me levanto, me lavo la cara, pongo la pava y me llegan noticias tuyas. No sé si me alegra o me preocupa lo remoto, la distancia ridícula que a barlovento de tu recuerdo me intento formar. Trato de obligarme a creer que el progreso es inevitable. Y es inútil, no soy idiota. Empiezo a hacerme a la idea de que lo nuestro es vivir así, en la proximidad nostalgiosa y cordial de los derrotados de antemano, porque el mundo no supo ni sabe qué hacer con corazones como los nuestros… pero entonces, y sólo entonces, doy con un sentimiento algo inducido y me realizo de que siempre hemos denostado las palabras pronunciadas en vano, invocadas para satisfacer la vileza o la ausencia en la que no caben palabras ya.

Es el tiempo lo que pasa. Me preguntaba por el precio de preservarse, por aquella contra-pulsión que no quise nunca admitir por decepcionar algún afecto, alguna oportunidad de ser vívidamente, momentáneo tan solo… Pero uno se vuelve cínico, no hay más que tragar todo el escepticismo, el cálculo frío, desterrar la marabunta de afectos. Ahora sé (y te digo) que aquello no es más que la certeza frívola, fulanos descalzos en madrugadas en las que se ha fumado un cigarrillo agriamente descubierto en el bolsillo del abrigo y en ayunas de religión.
Esos hombres que te he referido no son más que una noción abstracta de nosotros, el vago presentimiento de que toda esta salvajada civilizatoria vendrá a acabarse antes que los gusanos como un rumor de mundo a la salida del primer subte de la mañana.
Esos hombres, pues, están lejos de mí y de vos,
y, sin duda,
muy próximos a todas las mujeres que, barrunto, dejarán de amarme algún día
cansadas ya de nuestra secreta hermandad… “


* * *

Le vino a la memoria La muerte y la brújula, sonó el timbre y aquello sobre la mesa tenía que volar de inmediato, un último esfuerzo contra sí mismo. Abrió. No era un gran problema, lo despachó enseguida y retomó el hilo difuso: “eh..”, pensó que no tenía mucho para decir…
_“Vos te tenés que ir ya al laburo, no?”
Importaba un pito lo que conversaban a esta altura. De lo que uno se despabila con los más cercanos a veces sin más que balbucear… Oía los discos bajar y colgarse luego de la batea del equipo, el aparatoso engranaje del kenwood ir y venir, dejar las ideas a contramarcha, olvidar sencillamente, el atroz eterno retorno de las mismas canciones, a los pájaros madrugadores… Era temprano (o tarde), echó un vistazo a Germán, hacía muecas con la boca como buscando saliva o palabras, advirtió la torpeza en el cuello cuando volteó para devolverle la mirada, se dio cuenta de que él también andaba en el mismo gesto aspaventoso y rieron de cansancio, prácticamente.
_“Para dormir hoy, amigo, vamos a tener que hacer algo más que repasar la formación del boca de bilardo”.
_”Eso, seguro”.

sábado, 19 de julio de 2008

(fragmento de olvidos)



“Dijo el muchacho a la moza…”
No soy de interpelar. No. Pero te veo así, tan severa, me desconcierta. Sabés que siempre fui adepto a la fiebre, sí, esa décima, tan magnífica, tan ridícula. Sabés lo que pienso, cómo lo pienso, la mecánica que tengo que elaborar para poder acercarme a algunas cosas, a algunos deseos (tuyos, prácticamente). Pensé (siempre lo pensé) que te fascinaba la forma en que necesitaba de esas pequeñas minuciosidades, casi a viva voz pero enmudecido, como las cosas que declinan hasta el silencio: nacen de su principio artesanal rescatadas de la elocuencia o del oficio hasta su tiempo justo, su función bien sabida y luego solo la imagen, el signo vacío, el adorno bobo, el desmedro, el sórdido colapso en la vereda.
“desde un comienzo te vi…”
No creí saber más de vos (lo supuse, lo supongo). Soy descifrable, con tendencia al aburrimiento. Me he acostumbrado a la zozobra ya de las cosas sobre mí. Hoy me acordé (creo que escribe ese recuerdo por mí) de una mañana en la que deslumbraba. La casa de un amigo, los pies descalzos en las baldosas y el recuerdo tuyo (aunque aún no te había conocido) una proyección verdadera, hermosa y el frío que iba trepando, creciendo desde el pie, el mate tibio y una conversación trivial, mi amigo más bello que de costumbre, su sitio en la silla, las premoniciones ciertas de la angustia que hay en todo júbilo…
“dijo el muchacho a la moza…”
Yo hablaba y vos desoías. Nunca escuchaste, fingías, yo lo sé. Y en el fondo nunca te lo conté pero sabías de mi secreta desconfianza para con las palabras, que prefería besar cuando ya no había qué decir y que era imposible sacarme de ese mutismo entonces, aunque lo intentabas y yo te hacía rabiar sin quererlo, porque realmente nunca hallé intimidad en decirnos después de amar. Siempre tuve el mismo miedo de querer decir y no hallarte, confundirte entre los gestos o poner la voz donde los abismos y que no entendieras. La impotencia por traducirme sin que todo aquello sobreviniera para agotarnos.
“como un jazmín del país…”
Aproximarse a vos era pensar sobre lo invisible también. Intuirse en ciertos espacios, estremecido vivamente; columbrar cuando menos los síntomas de tu presencia, la ansiedad demorada en la garganta de un segundo; prestar la debida atención, mansamente, y ver quizá ahí los hilos del titiritero para jugar con más justeza a tu alrededor y deshacerme así de tanto alboroto y de tanto pesado anhelo. Aproximarse era, pues, también abdicar, creer devotamente en la renuncia, en que todo aquello nada valía, nada, más que cruzar esos puentes abstrusos: de la silla de mi amigo a tu cama; de aquel frío punzante, algo incómodo en las patas, a mi sopor, ahora, espléndido; de aquella certeza del día al abrir los ojos y la imagen afuera, la ciudad viajando tras el vidrio, hasta esta renuente alegría, esta precaria ambición de que hoy tal vez me hayas entendido una palabra al menos.
“en el sueño o en la vigilia…”*





*música de fondo: “Como un jazmín del país”, A.Zitarrosa

Foto: Juan

miércoles, 2 de julio de 2008

.pm




Si lo vieras ahora sentado en la oscuridad. Se ha dado otra vez al suicidio sigiloso, gregario, el mismo ejercicio auto-destructivo bien aprendido ya a su edad. Repasó en la cabeza algunas postales categóricas a la escucha del concierto de brandemburgo número dos, la más exquisita pieza barroca que se haya escrito a su entender.
Pensé en lo placentero, en lo lábil y (seguramente también él lo haya pensado) en cómo algunas díadas suenan en música irremediable para los imbéciles.
Repasé la escena, traté de encontrar qué parte de quién había devenido en qué cosa, en cuál recuerdo… Volví a la música (ya sonaba otro movimiento, quizás otro concierto), concluí que sería una pena que al apagarse el universo dejase de reverberar aquella música, porque di entonces con la idea (atávica) de que lo peor que podía ocurrirle a aquel tipo tan sentido, tan mínimo,
era, en este instante,
perder el tiro del final, la oportunidad de retornar
siquiera (quién sabe) en qué dejavu
Ardió otra vez,
las cosas habían vuelto a ir mal,
de que prontura alumbraría otra vez,
sin más,
solo una mañana
al salir de la cama.